Buenos días amiguitos y
amiguitas. He dispuesto hoy, haciendo un símil religioso, desgranar los que
para mí son los siete pecados capitales de este sistema ineficaz y
absolutamente insostenible. No pretendo dar aquí lecciones de economía ni
espero contribuir a solucionar las cosas
como una suerte de Harry Potter, que armado de varita de cedro y al grito de:
“Reparo”, pudiese trocar todas las desgracias en todo tipo de suertes y
parabienes. Pero si pienso en los que son algunos de los problemas
fundamentales. Curioso es, en mi opinión, que varios de los agentes que deben
pilotar las naves para llevarnos a puerto seguro sean, más bien, parte del
problema que elementos de su solución.
1.- Lujuria.- Para mí estaría
representada por una sociedad acomodaticia y pasiva, centrada en cualquier
muestra de diversión, más o menos desenfrenada, que ha postergado valores,
objetivos, sueños, ilusión e ideales, en virtud de un Carpe diem, hábilmente
manejado desde el poder para desviar atenciones y comprar voluntades. Es
imperativo, en mi opinión, que cambiemos radicalmente esta situación. Tenemos
que movilizarnos y hacerlo de manera consciente y responsable. No se trata,
pienso, de acorralar a la delegada del des-gobierno en Madrid, insultarla,
escupirla o provocarle un infarto. Se trata de presentar una alternativa seria,
consciente y librepensadora, que sea capaz de alcanzar parcelas de responsabilidad
que nos permitan un cambio radical, eso sí, del modelo.
2.- Gula.- Representada en el apetito
omnímodo, voraz e insaciable de una casta empresarial que es, en la mayoría de
los casos, absolutamente incapaz de desarrollar acciones propias de un
emprendedor. Steve Jobs, el famoso creador de Apple, manifestaba que el
objetivo del empresario debía ser crear una organización que perdurase en el
tiempo mucho más allá de su creador. Algo que debe construirse con la
aquiescencia de sus trabajadores. Solo si estos se encuentran a gusto, solo si
un trabajador es feliz, puede realmente implicarse.
En esta desgarrada e inmisericorde parcela de tierra que habitamos es mucho más
frecuente que se expriman los recursos en aras de unos beneficios rápidos y
jugosos. En resumen, montan una explotación agropecuaria de aves, con el objeto
de producir huevos, y se comen o venden las gallinas. Desean, fruto de esa gula
incontrolable, lo máximo que puedan obtener en este momento, sin preocuparse en
absoluto de la pervivencia de la empresa, o de que su gestión no sea la
indicada para obtener unos beneficios perdurables en el tiempo.
3.- Avaricia.- Nada representa
mejor la avaricia, en mi opinión, que una casta político sindical absolutamente
obscena. Su deseo de poder, de dinero, de control, hace mucho tiempo que rebasó
el límite de lo asumible. Su único objetivo es asegurar su negocio, un negocio
en el que se mercadea con los sentimientos, ilusiones e ideologías, con el
único objetivo de perpetuarse en el poder y seguir obteniendo ingresos.
Cínicos, demagogos, sin escrúpulos, sus grandes victorias son siempre personales.
Revisten sus actuaciones de una pátina de populismo para poder continuar en un
permanente expolio de recursos para su
propio beneficio. Me contaban estos días el caso de una trabajadora de un
sindicato, concretamente CC.OO., maltratada hasta la saciedad en una continua
serie de contratos temporales, ocultando la realidad para cumplir con la
legislación vigente, siguiendo el siguiente formato: te contrato 6 meses, te
despido, te vuelvo a contratar, para finalmente ser despedida al quedar
embarazada, haciendo uso, eso sí, de la tan efectiva reforma laboral. La
hipocresía es su bandera.
4.- Pereza.- Una vez más nosotros
somos los principales actores de esta tragedia. No somos capaces de
movilizarnos. Somos incapaces de hacer frente a esta situación, de plantar cara
a aquellos que solo miran por sus propios intereses y cuya única aspiración es
obtener el voto de los incautos que permanecemos adormilados en nuestro sillón,
tirados, maltratados y olvidados mientras nos desangran. La patética imagen del
desempleado tirado en el sofá viendo tele basura mientras los poderosos, los
que nunca han pisado una oficina de empleo, los que en realidad no se preocupan
en absoluto por él, continúan desgranando “políticas” de ajuste, que
casualmente, le tienen a él, al desempleado, al trabajador por cuenta ajena, al
funcionario de a pie, al autónomo, como principal objetivo. La independencia de
5.- Ira.- Es obvio que esta
situación, prolongada en el tiempo, es absolutamente insostenible. Por otra
parte es perfectamente comprensible que alguien situado en una posición límite sea
capaz de revolverse y dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Sé que es
muy difícil controlarse cuando las cosas están de esta manera, máxime cuando
observamos a la casta política conducirse con ese aire de superioridad y
prepotencia. La mejor manera, desde mi punto de vista, de cambiar las cosas es
actuando con absoluta frialdad. La misma frialdad que emplean ellos para
esquilmarnos, debemos emplearla nosotros para demostrar, a todo aquel que
quiera verlo, que somos perfectamente capaces de cambiar las cosas sin dar
rienda suelta a nuestra más que comprensible ira. Recordemos las imágenes del entierro
de los abogados laboralistas de Atocha. La mejor manera de demostrar la ira, el
dolor, la consternación y la determinación fue una estruendosa muestra de
silencio.
6.- Envidia.- Eficaz instrumento para fomentar la división.
Empleada por igual por todos los grandes protagonistas de este circo, en una
suerte de ecuación perfecta para lograr dos objetivos básicos. Mostrar una
realidad paralela que parece alcanzable, que fomenta los más bajos apetitos y
genera el deseo irrefrenable de poseer más que el otro, de lograr cosas
materiales que te permitan estar por encima de los demás. Un concejal de
urbanismo quiere un coche mejor que el del alcalde. El alcalde quiere una
mansión más lujosa que la de un ministro. El ministro resaltar más que el
presidente. Y el presidente desea estar por encima de todos, como un padre
bienhechor que nos guía con mano firme, y perdona, con despótica actitud,
nuestras salidas de pata de banco. Y por otro lado, hacer ver que si sigues el
camino correcto podrás alcanzar tan altas cotas de bienestar, no hay más que
apostar por el caballo (partido) ganador.
7.-. Soberbia.- Nadie me viene a
la mente con más claridad cuando se habla de soberbia que el ex jugador de
balonmano transmutado en corruptor de instituciones, es decir, en jugador de
talón-mano. Es, para mí, el ejemplo perfecto, la personificación de la
soberbia. La imagen de un régimen marchito, corrupto, trasnochado, feudal y
dictatorial, en el que alguien asentado en privilegios reales, se aprovecha de
su situación y circunstancias, para esquilmar toda posible fuente de ingresos,
a despecho de su posición, su imagen, su condición, y fundamentalmente, a despecho
de la ley, de las circunstancias y de nosotros, los sufridos siervos que vemos
como nos roba, con la necesaria ayuda de uno/a o varios cómplices, para, por si
fuera poco, seguir con su vida como si no pasase nada. Esta corte decimonónica,
amparada en unas castas satisfechas encargadas de perpetuar el status quo, como
forma de perpetuar su propia situación. La apostura, la mirada por encima del
hombro, el sentirse superior a los todos los demás. La preeminencia de la que
hace gala, como si en efecto concurriesen en él méritos especiales que le
hubiesen conducido a esa posición. Y por encima, dando amparo, unos poderes públicos
que lejos de velar por el bien y el interés común, se apresuran a desligar
complicidades conyugales y a salvaguardar la supuesta honra y la deleznable
imagen de un sistema podrido e inútil.
No pretendo convertirme en tele
predicador, nada más lejos de mi intención, solo pretendía establecer un símil.
Esos pecados capitales que nos han conducido, pienso, a esta situación en la
que solo nos quedan dos posibles salidas. O dejamos que las aguas sigan
fluyendo como hasta ahora, permitiendo que desde las más altas instituciones
del estado nos roben, nos engañen y nos
sigan diciendo que todo lo que hacen tiene por único objetivo nuestro
bienestar, lo que, en mi opinión, nos conducirá
largos años de travesía del desierto, arrastrándonos por el fango hasta
que podamos, los que quedemos, volver a beber agua fresca. O tomamos cartas en
el asunto para demostrarles de una vez por todas, definitivamente, que este es
un gobierno del pueblo y para el pueblo, y que el que no quiera seguir este
principio básico puede trasladarse a otro lugar donde le dejen ejercer su
satrapía con indiferencia, o si decide permanecer aquí, debe entender, sin
ningún género de duda, que todo lo que haga deberá tener como referente
indiscutible al pueblo y su bienestar.
Bss
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