Buenos
días amiguitas y amiguitos. No pretendo emular al extraordinario Charles
Dickens, pero si aprovecho para parafrasear su inolvidable cuento de Navidad. Un
cuento es, o era, una narración breve de ficción en la que amén de disfrutar
del relato en sí mismo uno podía extraer una lección o aprendizaje. Una
moraleja . Cuando yo era pequeño existían cuentos de una dureza indudable, como
el del Gallo Quirico, en el que al final, el animal era arrojado, vivo, a una
olla de agua hirviendo para ser cocido y consumido. La crudeza, la absoluta
falta de tacto hacia la audiencia infantil era, entiendo, una forma de que el
mensaje del cuento se grabase con huella indeleble en nuestra memoria. Al respecto
mencionaré que dicho cuento estaba incluido en una recopilación grabada en un
disco de vinilo, con lo que yo, tierno infante entonces, podía escuchar y
deleitarme con los gritos del gallo al caer en la olla. Tremendo.
No
es dispersión, solo la introducción del tema de hoy. La pasada noche de
nochebuena, para algunos, es una de las más características y especiales del
año. Una cena extraordinaria en la que los no acostumbrados a mayordomos y altos
copetes damos uso al mantel de la abuela tejido a mano y a la cubertería “buena”,
regalo de boda del año 57 del pasado siglo y que viene a embellecer y realzar nuestra
mesa una vez al año. Forma parte de la liturgia el tradicional discurso navideño
del rey. A veces ha servido de mero acompañamiento, de invitado casual, forzado,
que no participa en la conversación, que permanece sentado en un discreto
segundo plano y al que nadie hace demasiado caso.
En
otras ocasiones se le ha dispensado una mayor atención, como el pasado año. Una
atención debida tal vez Más a las apuestas previas sobre si incluiría mención o
no sobre la familia política y las actividades predilectas de ex deportistas
reconvertidos a “ex torsionadores”, o si pasaría de puntillas sobre el
particular.
He
leído que esta pasada nochebuena, para algunos, el discurso del monarca ha sido
el menos seguido de los 10 últimos años. No me sorprende. Lo que sí me
sorprende es que el día después, el día de vuelta a una cierta normalidad se
hagan sesudos y concienzudos análisis sobre el mismo. Si estaba de pie, el
monarca, sentado en la mesa, o semi sentado. Si el retrato de Felipe V era una
velada insinuación a Catalunya, reino independiente, y a su monarca Pujol I, II,
III o IV, residentes y reinantes allí, pero ciudadanos suizos. Si se pretendía
hacer renacer el espíritu de la transición y buscar el tan manido consenso
entre los dos grandes partidos, etc.
Y
que decir de las interpretaciones del mismo ofrecidas por los principales
partidos, que sacan a segundos espadas, porque los primeros están de vacaciones
navideñas y no van a joderse el forfait por decir cuatro chorradas.
Cuentos¡
Cuentos¡ Cuentos¡ Cuentos de navidad tejidos con nuestras esperanzas. Cuentos
de navidad narrados de manera esplendida, con suma corrección y estilo pero vacíos
de contenido. Cuentos de navidad financiados a nuestra costa. Cuentos de
navidad en los que el derroche de elocuencia oculta las palabras huecas y las
hueras intenciones. Cuentos de navidad que no cuentan nada, pero que, en mi
opinión, si tienen una moraleja.
Moraleja:
Os seguimos robando. Os seguimos maltratando. Os seguimos confundiendo.
Vendemos humo y lo seguís comprando. Os ofrecemos un señuelo en forma de sistema
democrático y estado de derecho y agitamos el capote de la ideología para que
os enzarcéis en disputas que no os permiten ver el bosque. Mientras, nos
seguimos llevando la pasta a Suiza y colocando a nuestros colegas. Danzad, danzad,
benditos. En el tiempo empleado en analizar discursos, en apreciar algún gesto
que indique que para nosotros, los que solo usamos esa cubertería una noche al
año, las cosas pueden mejorar, que hay voluntad de acuerdos a gran escala, que
hay deseo de hacer “política con mayúsculas” pensando en la sufrida plebe, en
ese ínterin, ellos, los que tienen mayordomo, ayuda de cámara y ama de llaves,
ellos, los que deben hacer política pensando solo y exclusivamente en nosotros,
nos han metido en la olla de agua hirviendo, vivos, nos cuecen y nos preparan
para servirnos en su banquete donde utilizarán la cubertería de plata de todos
los días.
Hasta
cuando?
Bss
¡Qué razón tienes!Todos pensamos un poco en esto antes de escuchar la voz de los "súpertacañones" analizando y desviando atenciones. Y, sin embargo, yo me llegué a preguntar cuál sería el sentir popular si en lugar de encontrar a SM, el Rey, destronado sobre la mesa, encontrásemos a Don Mariano dirigiéndose a nosotros como Presidente de la República.
ResponderEliminar¡Adelante con la crítica!
http://maria-mayayo.blogspot.com
Hola María.
ResponderEliminarYo no tengo preferencia por una forma u otra de gobierno siempre que sirva al pueblo y no a sí mismo.
Es evidente para mí que tanto la jefatura del estado,como el ejecutivo, se sirven a si mismos.
Si el sin par Mariano hubiese comparecido, supongo que el seguimiento hubiese sido mínimo igualmente.
La credibilidad de todos ellos, del propio sistema, es mínima.
No covencen a nadie, no interesan a nadie.
Muchas gracias por tu comentario.
Un saludo