miércoles, 11 de julio de 2012

Mineros, rescates y otros dislates


Buenos días amiguitos y amiguitas. En medio de la vorágine veraniega, la actualidad, la vida, no se detiene. Hace años, llegados a estas fechas, mi principal preocupación era prepararme, en todos los sentidos, para mis vacaciones de verano. Suponía un esfuerzo, dejarlo todo listo en el trabajo, las prisas típicas bajo esa falsa amenaza de que si no estaba todo terminado no te podías ir. El bañador, las maletas, toda la impedimenta necesaria, imprescindible, para disfrutar de 15 días de playa. El deseo, la paciencia, la lánguida espera mientras el calendario desgranaba, día a día, el lento discurrir del tiempo hacia la tierra prometida, generalmente en el norte, que me iba a permitir desconectar de la rutina acumulada durante 365 días.



Desde hace tiempo mi vida ha cambiado mucho. Ahora no tengo esa preocupación laboral, no tengo trabajo, no tengo que correr por los pasillos para conseguir las facturas y cerrar el IVA antes de irme. Ahora, cuando voy de vacaciones, viajo al sur, cuesta abajo, gracias a la generosidad de un familiar de mi pareja, y gracias, fundamentalmente a ella, que me dió la oportunidad de compartir su vida. Gracias mi amor. Y ahora, sin embargo, desearía vivir esa urgencia, “padecer” esas prisas. Sin embargo, sorprendentemente, ahora parece que existiesen muchos más problemas.



Por un lado me afectan los que me son propios, fundamentalmente la ausencia de trabajo, y más allá, la desesperante frustración de no ser requerido, ni siquiera, para realizar entrevistas. Parece como si la actividad se hubiese paralizado por completo. Por otro lado los problemas colaterales, observar, por ejemplo, los problemas laborales que acucian a las personas que quiero. No la posible pérdida de su trabajo, sino la permanente presión a la que se ven sometidos, como si la tensión existente en el ambiente debiese transcribirse, literalmente, a los trabajadores de cualquier empresa.



Obviamente no pudo abstraerme de la situación general, una riada de problemas, conflictos, malas decisiones, dramas, etc..Parece que la riada nos alcanzado con fuerza incontrolable, todo lo arrastra, como una torrentera que se lleva por delante cualquier cosa que se sitúe en su camino.



Hoy creo que se puede decir, sin temor a equivocarnos, que nos han intervenido, y temo muy mucho que los tiempos por venir sean aún más duros, más difíciles y más sufridos. Los hombres de negro, cuando vengan, curtidos por la aparente impersonalidad, por los dramas vividos en Grecia, Portugal e Irlanda, amparados en el bien común, no admitirán ruegos ni súplicas. Tengo la impresión de que todas las decisiones, a partir de ahora, se tomarán con fría eficiencia germánica. No deja de ser curioso que algo que yo siempre he echado de menos en este país, un toque germánico, que creo que siempre nos faltó para ser realmente grandes, realmente buenos, pueda ahora tornarse en fría mano de verdugo para cercenar esperanzas y ahogar ilusiones.



Hoy también es el día después de la llegada de la “marcha negra” de los mineros a Madrid. No puedo ocultar que, en principio, siempre me voy a poner de parte de los trabajadores. No hay que buscarle tres pies al gato, no voy a pecar de pátinas ideológicas, ya comenté en otro blog que siempre he creído que la política, en esta tierra que tenemos la suerte y la desgracia de habitar, se confunde con la pasión futbolera. Si los que han de dirigirnos, a partir de ahora, son fríos, seámoslo nosotros también. Mi preferencia por el trabajador se debe a que en más de 20 años de carrera profesional los casos que he conocido, así como lo que me han ido contando las personas de mi entorno sobre sus propios trabajos, me han llevado a ratificarme en la idea de que los empresarios emprendedores, los que realmente merecen la pena, los que hacen todo lo posible no solo por su empresa, sino porque sus trabajadores se sientan parte de la misma, se impliquen, busquen, a través de sus esfuerzo, el progreso de la organización y el personal, son una minoría. Abundan los gorrones, los que a despecho de sus propios intereses a largo plazo, buscan exprimir al máximo todos los recursos a su disposición para obtener un diezmo, que en una visión cortoplacista, ojo al palabro tan de moda, les satisface, cumple sus expectativas, pero que a largo plazo solo redunda en mala gestión, desilusión y problemas.



En este caso, como no podía ser menos estoy de parte de los trabajadores, de los mineros, de los profesores, de los bomberos, de los albañiles, de las personas que trabajan en oficinas y despachos, estoy a favor de todos. Si se llegó a determinados acuerdos con los trabajadores de la industria minera, hay que cumplirlos. Pero estoy, decía, a favor de todos los trabajadores, en contra de los privilegios, que los ha habido y que los hay. No entiendo que haya trabajadores que se puedan jubilar con 50 años, me da igual si son mineros o banqueros, o trabajadores de Telefónica, mientras el común se jubila, de momento, a los 67. No entiendo que haya personas privilegiadas, porque creo que esos privilegios se cobran, o deben cobrarse, puntualmente, con la nómina, no prolongarse con otra serie de ventajas o prebendas cuando las ventajas y prebendas desaparecen para los demás.





Ahora bien, el problema, como siempre, como no podía ser de otra manera, debe ser resuelto, o debería haberse resuelto, por parte de las personas con capacidad ejecutiva para ello. Si ahora no hay dinero para los sufridos trabajadores de la mina es, en muy buena medida, porque se derrochó, como hacen los malos empresarios, en una diáspora de beneficios, regalos y atenciones centrales, autonómicas y locales. Lo dramático del caso es que seguimos en la misma tónica. Tenemos los brazos doloridos de apretar gaznates de individuos sangrados y diezmados hasta el extremo. Sin embargo, nos resistimos, se resisten, como un bañista nadando desesperado hacia la orilla sorprendido por la mala mar, a apretar, a exprimir, a aquellos que aún se encuentran en condiciones de dar algo. Se baja el sueldo y se elimina la paga de navidad de un funcionario que cobra 1.000 Euros al mes, y se mantienen coches oficiales para personas que dejaron su labor pública hace años.



Se que habrá quienes me digan que los mineros es lógico que se jubilen con 50 años porque realizan una actividad muy delicada que afecta a su salud. No tengo nada que alegar. Conozco casos de personas que se jubilaron, después de trabajar en Telefónica, con 50 años con pensiones complementadas por la empresa. Sobre el tema de la salud pondré un ejemplo. Mi padre comenzó a trabajar con 13 años, ingresó en la empresa con 14 años. Trabajó allí durante 49 años. A él, como a otros 15 compañeros más, mayores todos de 60 años, les ofrecieron prejubilarse encubriendo un despido. La cantidad que le correspondía a mi padre como indemnización por despido, en ese momento, era de casi 17 millones de pesetas. Harto de trabajar, de sufrir, de pelearse con el día a día todos los días, como hemos hecho todos, decidió, para evitar ir durante dos años a sentarse en una silla a mirar la pared, aceptar una indemnización de menos de 4 millones de pesetas. Se prejubilaron 16 personas. Año y medio después 13 de ellos habían fallecido. Mi padre no era minero, trabajaba en contabilidad. La empresa, a la que entregó su vida, terminó matándole 9 meses después de jubilarse con 64 años.



Estoy a favor de los mineros, estoy a favor de todos los que luchan cada día, de los que se pelean con el tráfico o con el metro, con una nómina que cada día es más exigua, con un mes, que cada vez es más largo. Y estoy con ellos porque los que deberían actuar con responsabilidad, con criterio, con altura de miras, los que deberían pensar a largo plazo, los que deberían dar ejemplo, lo dan, pero justo de lo que no hay que hacer.





Bss

3 comentarios:

  1. Tiened mas razon que un santo, pero lo malo es que luego, la gente sigue votando a los mismos en lugar de botarles, seguimos sin salir a la calle a defender lo que tanto costo a gente como tu padre, ganar, etc...

    Somos culpales o, como minimo, complices.

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  2. Si, lo somos.
    llevo tiempo diciendo que tenemos que hacer algo, por nosotros mismos, sin estar dirigidos por nadie.
    La indiferencia nos mata, o si no lo hace, terminará por hacerlo.

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  3. Me voy a la puerta del congreso y luego a atocha.

    Un abrazo

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