lunes, 2 de julio de 2012

Hasta el infinito y más allá

Buenos días amiguitos y amiguitas. Hoy vuelve a ser lunes, es cierto que la selección ganó ayer, brillantemente he de decir, en un magnífico partido de fútbol. Lo demás sigue igual. Los primeros incendios veraniegos, a este respecto creo que mientras en este país, E.S.P.A.Ñ.A., es decir, Estado Sobre sahariano Para Apañaos Ñapas y Aprovechados, paradigma de la impunidad, no se tomen medidas serias nos encontraremos siempre en la misma situación de incendios descontrolados con 17 focos, maltrato animal, caza furtiva (excepto de elefantes), etc. Las primeras retenciones en las carreteras. Las primas de riesgo por las nubes. Las entidades de crédito intervenidas. Suma y sigue.

Lo de ayer, lo del partido, no ha resuelto nada, lógicamente. Además, parece ser que cada uno de los internacionales se embolsará la nada despreciable cantidad de 300.000 Euros. Lo que, en definitiva, supone más gasto en esta época de ahorro forzado, para la mayoría. Yo, personalmente, preferiría que acudiesen de manera gratuita. Por su deseo de representar a España, de ganar títulos y solidarizándose, de paso, con el conjunto de una población esquilmada, maltratada y no tan privilegiada como ellos. No obstante he de manifestar que me gustó el partido. Que en este momento ver jugar a España, de esa manera, es un auténtico deleite para los que nos gusta el fútbol, y que durante 90 minutos, si te concentras en lo que es, un partido de fútbol, no diría yo que llegues a olvidar la realidad implacable, pero la postergas. Es como ver una buena peli, y hasta ahí me parece loable y deseable.

Pero mi reflexión de hoy, de corte marcadamente veraniego, ya es Julio, así que supongo que es lo que toca, gira más en torno a las vacaciones, la playa, el mar y sus derivados. Me encontré el pasado viernes ante una imagen que tomaba forma en mi cabeza.

Plácidos bañistas que observaban las cristalinas aguas de una playa, indecisos ante la temperatura aún fresca de las mismas. Todos alineados constituyendo una especie de frente, una línea continua paralela a la orilla.

Frente a ellos, a prudencial distancia, en el agua del mar, sumergidos pero atentos, observándolo todo sin ser vistos, una línea igual de firme y continua de tiburones. Sustituyamos tiburones por diputados, senadores, alcaldes, concejales, miembros de consejos de administración de entidades quebradas, rescatadas o por rescatar. Prestos ellos a devorar a todo aquel que se introduzca en su territorio. Con absoluta impunidad. Esa impunidad, esa sensación de inevitabilidad me condujo a otras imágenes.

Personajes surgidos de las páginas de los periódicos, de las revistas de sociedad, de los banquillos de los juzgados más chic, de las familias más egregias. Altos, bien parecidos, sonriendo sin escrúpulos, mostrando unas dentaduras perfectas, alejadas de las sierras maléficas y mortales de los tiburones.

Tiburones todos, devoradores de hombres, de personas, de sueños. Unos cumpliendo, simplemente, su función biológica en el mar, al menos mientras les dejen, mientras no se convierta en deporte real o morganático, mientras no se ponga de moda esquilmarlos. Otros llevándose todo por delante mientras puedan, sueldos astronómicos, prebendas inimaginables, jubilaciones eternas, comisiones inabarcables para un simple “bañista”. Devorándolo todo, un ayuntamiento, una diputación, una comunidad autónoma, un país. Mordiendo aquí y allá, pues de eso se trata, de mordidas, sin piedad, sin freno, como un niño o niña introducido en una tienda de chuches puesta a su merced. Si, ese niño o niña que tanto preocupaba al candidato, que con todos esos estantes y cajones repletos de dulces no es capaz de centrarse en uno y camina picoteando en cada uno de ellos con insaciable voracidad.
Señores con traje de Saville Road  que picotean comisiones, sueldos, ventajas, y que una vez saciados, se retiran con indemnizaciones inalcanzables para la inmensa mayoría.

Y mientras, el bañista, tú, yo, cualquiera, mordido, destrozado, sin trabajo o con uno precario. Maltratado, roto, cocinado vuelta y vuelta, a impuestos directos e indirectos, sin pensión asegurada, sin presente, sin futuro, solo el necesario para cancelar la hipoteca, permanece allí, mirando el mar. Piensa si meter el pie, si podrá aguantar otra dentellada.

Hasta cuando?  Pues hasta el infinito y más allá, porque ellos, los tiburones, nunca se sacian, nunca tienen bastante, nunca piensan que ya es suficiente. Porque mientras sigamos metiendo el pie en el agua, en la vida, mientras sigamos tolerándolos, seguirá habiendo tiburones que se aprovecharan de esa impunidad para dar rienda suelta a sus más evidentes instintos.

Se hace necesario terminar con una nota de humor en este Julio neo nato. Vayamos a ello:

 - ¿ Por qué no ataca un tiburón a un político?
 -   Por deferencia profesional.


 Bss

2 comentarios:

  1. Hasta que nos decidamos a hacer algo...

    Nunca olvides que los culpables somos nosotros...

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    1. Si. Tienes razón.
      Lo comentaba el otro día con unos amigos, debemos hacer algo, aún mejor, hagamos todo lo necesario para "limpiar las aguas".

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo

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