viernes, 22 de junio de 2012

Anécdotas


Hoy, he dispuesto que voy a intentar haceros reír. En realidad, este blog, que confirma el cambio de tendencia de los últimos días, se debe a una amable petición de mi amiga Ana. Si, amiguitos y amiguitas, se aceptan peticiones del oyente, o del lector en este caso. Parece ser que todos estáis cansados de leer, escuchar y observar penurias, así que Ana me sugirió que podría contar cosas en otro tono, alejado de la crisis, de los rescates y de toda esta funesta realidad.
Ya sabéis, los que me conocéis, que siempre he sido partidario de no esconder la cabeza bajo el ala. Los problemas siguen estando aunque tratemos de ignorarlos, pero tenéis razón, intentemos poner una sonrisa en nuestros rostros tristes, grises y macilentos, joer, es que se me dispara la vena depre¡¡  
Así que me propongo y me dispongo a narraros unas breves anécdotas, algunas son propias y otras no, solo espero que os gusten, y que si no sufrís alguna fractura del costillar, debida a la risa, al menos trabajen algo vuestros abdominales ( Nooo, no pienso que estéis gordos/as)
De mi padre:
Dos anécdotas de mi papá, al que jamás olvidaré. Te quiero gordo.
Un día paseando con mi madre hace muchos años, vieron venir a otra pareja que caminaba por el mismo paseo. A medida que se acercaban tuvo la sensación de que le resultaban conocidos, o, para ser precisos, él, el señor, le resultaba conocido. Esta impresión se fue confirmando a medida que la distancia entre ellos se reducía.
Cuando estuvieron frente a frente, mi padre se soltó del brazo de mi madre y con gran efusividad se acercó al caballero. Estrechó con fuerza su mano y con gran afabilidad le saludó:
-          Pepe¡¡. Cuánto me alegro de verte? Que tal las vacaciones en Tenerife?
Para sorpresa enorme de ambos, ante la impasibilidad del tal Pepe y la cara circunspecta de su esposa, aquel le respondió:
-          Perdone usted, pero ni me llamo Pepe, ni he estado jamás en Tenerife.

Otro día estando con él y con mi madre por el centro, mi padre decidió ir a comprarse unos puritos. Mientras mi madre se quedaba haciendo compras, yo decidí irme con él al estanco.
Al entrar y tras saludar con la corrección que siempre le caracterizó interpeló a la dependienta:  
-          Quería una cajita de Puritos Don Quijote.
-          Lo siento Señor, pero no tenemos esa marca.
-          De acuerdo- Respondió mi padre- Muchas gracias, buenas tardes.

Al salir me acerqué un poco a él y tiré de su mano hacia abajo para que acercase su oído, tenía serios problemas auditivos y, lógicamente, oía mal:
-          Papá
-          Si?
-          Los puros no se llaman Don Quijote, se llaman Sancho Panza.

Oops¡¡¡


De la calle

Un día de invierno camino del metro para dirigirme al trabajo, observé a un vecino que caminaba, a paso muy vivo, a unos 50 metros por delante de mí. Ese vecino, persona simpática y cordial por otra parte, constituía un auténtico engorro. Solía ver su televisión a un volumen exageradamente alto, estaba, y está, como una tapia, y no, a pesar de ser vecino de mis padres, no vivían en Villanueva del Sordete, ni pertenecían, ambos, mi padre y él, a la Banda de Trompas de Eustaquio, era una simple coincidencia.

Había helado, una helada descomunal, de las de antes, de las que te obligaban a vigilar muy cuidadosamente tus pasos so pena de una caída tremenda.

Al verle avanzar con tal celeridad pensé que esas prisas, siempre malas consejeras, no podían conducir a nada bueno.

Efectivamente, unos instantes después, puede presenciar, en la lejanía eso sí, gracias a Dios, como mi vecino patinaba. Si habéis sufrido alguna caída de este tipo tal vez me diréis que todo ocurre muy rápidamente, pero yo lo pude ver como a cámara lenta.

En un segundo los pies de mi vecino se despegaron del suelo, tuvo la enorme habilidad, teniendo en cuenta las circunstancias, de levantar ambas piernas, no solo simultáneamente, sino perfectamente pegadas entre sí. Era como presenciar un salto de altura estilo Fosbury. Su cuerpo alcanzó una elevación, respecto a la horizontal de, al menos, 1,5 metros. Una auténtica proeza atlética si tenemos en cuenta que no iba corriendo, ni llevaba pantalones o zapatillas de atletismo. No contento con tamaña muestra de habilidad, permaneció allí, clavado en el aire, estático, como levitando, por un tiempo no inferior a 3 segundos.

Yo no salía de mi asombro, era una visión difícilmente describible, a medio camino entre la admiración y la hilaridad. Asombrado además por ver como una persona podía, sin ninguna ayuda de la NASA, y en este planeta, eludir la Ley de la Gravitación Universal de Newton.

No la eludió. Instantes después cayó, a plomo, separando, esta vez si, las piernas. Debía pesar sus buenos 85 o 90 Kilos aunque estaba en forma y era atlético. La hostia debió dolerle bastante, la verdad fue espectacular aún de lejos, mucho más que la vergüenza. Tuvo suerte porque los viandantes o estábamos detrás de él o delante, no había nadie a su altura para socorrerle, pero tampoco para reírse.

Yo no sabía si reír, dando suelta a la carcajada enorme y violenta que conseguía silenciar, o aplaudir, pensando en que campeón de salto de altura nos estábamos perdiendo.  

Ganó la risa, lo siento, y mil perdones. Es más, me reí tanto y durante tanto tiempo, que aún hoy, al recordarlo y escribirlo me he vuelto a descojonar vivo. Y eso que yo, por norma y solidaridad no suelo reírme de las desgracias de este tipo, ni de las de nigún otro, je¡.  


Del estanco

 Una vez acompañé a un amigo a comprar tabaco para su madre. Le provisionó adecuadamente de fondos para adquirir un cartón de BN Blando. Prevenido mi amigo, como todos los que hemos tenido que hacer recados para nuestras madres, le preguntó por alguna alternativa en el caso, improbable, de que no tuvieran BN Blando. En ese caso debía comprar 4 paquetes de BN Duro. Así que debidamente informados pusimos rumbo al estanco.

Al llegar, mi amigo hizo su petición.

-          Buenas, quería un cartón de BN Blando.
-          Lo siento, no tenemos BN Blando, solo tenemos BN Duro.

Aquí mi amigo y yo intercambiamos miradas de comprensión y alivio, íbamos perfectamente aleccionados.
-          Vale. Pues entonces dame 4 paquetes de BN Blando.
-          Es que no tenemos BN Blando.- Mirada un tanto aviesa del dependiente.
-          Ay si, perdona. Dame 4 paquetes de BN Blando.

Ya no era aviesa la mirada. Sin duda el dependiente pensaba que queríamos cachondearnos de él y, lo que era peor, que tal vez estábamos adquiriendo el tabaco para nosotros mismos, éramos menores, y que la insistencia de mi amigo se debía a los naturales nervios al estar infringiendo la ley.

-          Te he dicho que no tenemos Bn Blando.- La cara del dependiente empezaba a tornarse rojiza y el tono de su voz frío como el hielo.
-          Si, si, perdona. No se que me pasa, estoy gilipollas esta mañana- Aclaración innecesaria  de mi amigo, eso era evidente.
-          Dame 4 paquetes de BN Blando.

En ese momento decidí intervenir.

-          Duro, quiere decir Duro.
-          Perdón?- Exclamaron ambos, mi amigo y el dependiente, a coro.
-          4 paquetes de BN Duro.

Uf. Que alivio cuando salimos del estanco. Jamás he tardado tanto en comprar tabaco.
Por fin, cuando llegamos a su casa mi amigo pudo anunciarle a su madre con orgullo:

-          Mamá. Aquí están tus 4 paquetes de BN Blando.¡¡¡¡

Bueno. Blog muy muy largo. Espero que os guste y que ejercitéis los abdominales con la risa, al menos una sonrisa no? No seáis muy duros conmigo, o era Blando??



Bss

No hay comentarios:

Publicar un comentario