Hoy, he dispuesto que voy a
intentar haceros reír. En realidad, este blog, que confirma el cambio de tendencia
de los últimos días, se debe a una amable petición de mi amiga Ana. Si,
amiguitos y amiguitas, se aceptan peticiones del oyente, o del lector en este
caso. Parece ser que todos estáis cansados de leer, escuchar y observar penurias,
así que Ana me sugirió que podría contar cosas en otro tono, alejado de la
crisis, de los rescates y de toda esta funesta realidad.
Ya sabéis, los que me conocéis,
que siempre he sido partidario de no esconder la cabeza bajo el ala. Los
problemas siguen estando aunque tratemos de ignorarlos, pero tenéis razón,
intentemos poner una sonrisa en nuestros rostros tristes, grises y macilentos,
joer, es que se me dispara la vena depre¡¡
Así que me propongo y me dispongo
a narraros unas breves anécdotas, algunas son propias y otras no, solo espero
que os gusten, y que si no sufrís alguna fractura del costillar, debida a la
risa, al menos trabajen algo vuestros abdominales ( Nooo, no pienso que estéis
gordos/as)
De mi padre:
Dos anécdotas de mi papá, al que
jamás olvidaré. Te quiero gordo.
Un día paseando con mi madre hace
muchos años, vieron venir a otra pareja que caminaba por el mismo paseo. A
medida que se acercaban tuvo la sensación de que le resultaban conocidos, o,
para ser precisos, él, el señor, le resultaba conocido. Esta impresión se fue confirmando
a medida que la distancia entre ellos se reducía.
Cuando estuvieron frente a
frente, mi padre se soltó del brazo de mi madre y con gran efusividad se acercó
al caballero. Estrechó con fuerza su mano y con gran afabilidad le saludó:
-
Pepe¡¡. Cuánto me alegro de verte? Que tal las
vacaciones en Tenerife?
Para sorpresa enorme de ambos,
ante la impasibilidad del tal Pepe y la cara circunspecta de su esposa, aquel
le respondió:
-
Perdone usted, pero ni me llamo Pepe, ni he estado jamás
en Tenerife.
Otro día estando con él y con mi
madre por el centro, mi padre decidió ir a comprarse unos puritos. Mientras mi
madre se quedaba haciendo compras, yo decidí irme con él al estanco.
Al entrar y tras saludar con la
corrección que siempre le caracterizó interpeló a la dependienta:
-
Quería una cajita de Puritos Don Quijote.
-
Lo siento Señor, pero no tenemos esa marca.- De acuerdo- Respondió mi padre- Muchas gracias, buenas tardes.
Al salir me acerqué un poco a él
y tiré de su mano hacia abajo para que acercase su oído, tenía serios problemas
auditivos y, lógicamente, oía mal:
-
Papá- Si?
- Los puros no se llaman Don Quijote, se llaman Sancho Panza.
Oops¡¡¡
De la calle
Un día de invierno camino del
metro para dirigirme al trabajo, observé a un vecino que caminaba, a paso muy
vivo, a unos 50 metros
por delante de mí. Ese vecino, persona simpática y cordial por otra parte,
constituía un auténtico engorro. Solía ver su televisión a un volumen
exageradamente alto, estaba, y está, como una tapia, y no, a pesar de ser vecino de
mis padres, no vivían en Villanueva del Sordete, ni pertenecían, ambos, mi
padre y él, a la Banda
de Trompas de Eustaquio, era una simple coincidencia.
Había helado, una helada
descomunal, de las de antes, de las que te obligaban a vigilar muy
cuidadosamente tus pasos so pena de una caída tremenda.
Al verle avanzar con tal
celeridad pensé que esas prisas, siempre malas consejeras, no podían conducir a
nada bueno.
Efectivamente, unos instantes
después, puede presenciar, en la lejanía eso sí, gracias a Dios, como mi vecino
patinaba. Si habéis sufrido alguna caída de este tipo tal vez me diréis que
todo ocurre muy rápidamente, pero yo lo pude ver como a cámara lenta.
En un segundo los pies de mi
vecino se despegaron del suelo, tuvo la enorme habilidad, teniendo en cuenta
las circunstancias, de levantar ambas piernas, no solo simultáneamente, sino
perfectamente pegadas entre sí. Era como presenciar un salto de altura estilo
Fosbury. Su cuerpo alcanzó una elevación, respecto a la horizontal de, al menos,
1,5 metros .
Una auténtica proeza atlética si tenemos en cuenta que no iba corriendo, ni
llevaba pantalones o zapatillas de atletismo. No contento con tamaña muestra de
habilidad, permaneció allí, clavado en el aire, estático, como levitando, por
un tiempo no inferior a 3 segundos.
Yo no salía de mi asombro, era
una visión difícilmente describible, a medio camino entre la admiración y la
hilaridad. Asombrado además por ver como una persona podía, sin ninguna ayuda
de la NASA , y en
este planeta, eludir la Ley
de la Gravitación Universal
de Newton.
No la eludió. Instantes después
cayó, a plomo, separando, esta vez si, las piernas. Debía pesar sus buenos 85 o
90 Kilos aunque estaba en forma y era atlético. La hostia debió dolerle
bastante, la verdad fue espectacular aún de lejos, mucho más que la vergüenza. Tuvo suerte porque los viandantes o estábamos
detrás de él o delante, no había nadie a su altura para socorrerle, pero
tampoco para reírse.
Yo no sabía si reír, dando suelta
a la carcajada enorme y violenta que conseguía silenciar, o aplaudir, pensando
en que campeón de salto de altura nos estábamos perdiendo.
Ganó la risa, lo siento, y mil
perdones. Es más, me reí tanto y durante tanto tiempo, que aún hoy, al
recordarlo y escribirlo me he vuelto a descojonar vivo. Y eso que yo, por norma
y solidaridad no suelo reírme de las desgracias de este tipo, ni de las de nigún otro, je¡.
Del estanco
Al llegar, mi amigo hizo su
petición.
-
Buenas, quería un cartón de BN Blando.
-
Lo siento, no tenemos BN Blando, solo tenemos BN Duro.Aquí mi amigo y yo intercambiamos miradas de comprensión y alivio, íbamos perfectamente aleccionados.
- Vale. Pues entonces dame 4 paquetes de BN Blando.
- Es que no tenemos BN Blando.- Mirada un tanto aviesa del dependiente.
- Ay si, perdona. Dame 4 paquetes de BN Blando.
Ya no era aviesa la mirada. Sin
duda el dependiente pensaba que queríamos cachondearnos de él y, lo que era
peor, que tal vez estábamos adquiriendo el tabaco para nosotros mismos, éramos
menores, y que la insistencia de mi amigo se debía a los naturales nervios al
estar infringiendo la ley.
- Te he dicho que no tenemos Bn Blando.- La cara del dependiente empezaba a tornarse rojiza y el tono de su voz frío como el hielo.
- Si, si, perdona. No se que me pasa, estoy gilipollas esta mañana- Aclaración innecesaria de mi amigo, eso era evidente.
- Dame 4 paquetes de BN Blando.
En ese momento decidí intervenir.
-
Duro, quiere decir Duro.
-
Perdón?- Exclamaron ambos, mi amigo y el dependiente, a
coro.- 4 paquetes de BN Duro.
Uf. Que alivio cuando salimos del
estanco. Jamás he tardado tanto en comprar tabaco.
Por fin, cuando llegamos a su
casa mi amigo pudo anunciarle a su madre con orgullo:
-
Mamá. Aquí están tus 4 paquetes de BN Blando.¡¡¡¡
Bueno. Blog muy muy largo. Espero
que os guste y que ejercitéis los abdominales con la risa, al menos una sonrisa
no? No seáis muy duros conmigo, o era Blando??
Bss
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