Buenas tardes amiguitas y
amiguitos. Hace tiempo, como siempre, que no me acerco a estas páginas para
compartir sensaciones, y las últimas veces están todas ellas marcadas por un
denominador común, la despedida.
Hace ya casi tres meses nos
dejaba un genio, una de esas personas que uno tiene la sensación de conocer.
Uno de esos con los que se empatiza, alcanzando la seguridad de que un café,
una copa, una conversación entre risas, sonrisas, miradas cómplices y humo,
sería igual que con cualquier otro amigo. Nunca conocí personalmente al genial
Daniel Rabinovich, es más, y esta es otra de esas asignaturas pendientes, como
diría José Luis Garci, otro grande, que ya no podré aprobar jamás, la de
disfrutar de Les Luthiers en directo con él. Jamás, para los que como yo
creemos, tenemos la certeza mejor dicho, de que esto es, nada más y nada menos,
que otra etapa del camino, es palabra excesivamente gruesa, pero aquí, ahora, o
en un futuro próximo, es cierto que no aprobaré.
Muchas veces pensé que debía acercarme a ver a Les Luthiers en
directo, vivir esa experiencia que como otras muchas, se me antojaba
fundamental, ahora, sin él, por más que Les Luthiers sigan adelante, en
realidad les guste a ellos o no, son inmortales, ya creo, o temo, que no será
lo mismo, porque en mi caso, indefectiblemente, le buscaría y no podría
encontrarlo.
Es cierto que me encontraría con
Carlitos, el inigualable Carlos Núñez Cortés, con el no menos genial Carlos
López Puccio. Con el siempre joven y virtuosísimo Jorge Maronna y con la que
para nosotros es la voz, casi me atrevería a decir el que sería, o podría ser,
narrador de nuestras vidas, el locutor de los cielos Marcos Mundstock.
Poder ver, aunque sea a través de
video, youtube, DVD, etc, “La hija de
Escipión”, el “biólogo de Esther Píscore”, la presentación mal leída donde se
refería al “fracaso de su operasión. El fracaso de su ópera, Sión y el judío era antes”, perdón “Sión y el judío
errante” que versaba sobre una “vieja leyendo ebria”, “una vieja leyenda hebrea”,
donde se describían “los sexos, dos. Los dos sexos. LOS ÉXODOS, de dicho pueblo”
de Mastropiero. Por no hablar del “Aria
agraria” mano a mano con Jorge Marona. La maravillosa “Dilema de amor” de
Mastropiero, esa que compuso por un equívoco. Le encomendaron la composición de
una obertura académica para la cátedra de epistemología de la SORBONA. Y el
entendió “una obra para las HORMONAS”, y en lugar de una obertura académica,
compuso una cumbia.
Hay muchas ocasiones en que me
digo a mi mismo y en ocasiones le digo a los demás, que hay momentos, lugares,
circunstancias que hacen que uno piense en la suerte que tiene al haber nacido
y haber sido partícipe de algo. Una puesta de sol, observar la carrera de un perro,
la mirada de una mujer, una lectura, algo que se escribe, se ve o se escucha….una
conversación….
Escuchar, como hago ahora mismo,
el concierto para piano de Gershwin, que podría ser el concierto nº 5 para
piano de Beethoven, el aria de la Reina de la Noche de la Flauta Mágica de
Mozart, una puesta de sol en Menorca, ver la Alhambra de noche, hacer “epistemología”
o escuchar, ver, disfrutar, reír, asombrarse y volver a reírse, una y otra vez,
al contemplar un espectáculo completo o un fragmento de una obra de Les
Luthiers, con el ya mítico Daniel Rabinovich, son cosas que me hacen dar
gracias a Dios por haber nacido y tener la oportunidad de vivir esos momentos.
Solo me gustaría decir, a todos
los Luthiers y a Daniel en particular, gracias, de todo corazón gracias. Un
beso para ti, Neneco, allá, bien allá, donde
estarás liado, imagino, recordándole la “payada de la vaca” a alguien que yo me
sé.
Bss
No hay comentarios:
Publicar un comentario