Buenos días amiguitas y
amiguitos. Tras una semana convulsa, el gran bombazo informativo saltaba con el
registro del domicilio y despacho de Rodrigo Rato, ex vicepresidente y hombre
fuerte de los des-gobiernos de Aznar. Sociedades interpuestas, evasión fiscal,
un entramado societario que, en definitiva, pone una vez más en tela de juicio
la labor de los auto denominados servidores públicos. Semana esta en la que
también han continuado las comparecencias ante el Tribunal Supremo de los
imputados, investigados, o como se quieran denominar, por el caso de los ere
que ere de anda-lucía. 1.300 millones de euros parece que tienen la culpa. Doy
este dato porque al susodicho Rato se le calcula un patrimonio personal de 27
millones de euros, lo digo para que centremos un pelín el debate y las iras.
Esta semana también se ha hecho
público el dato de que el 40% de los altos cargos socio-listos y el 30% de los
altos cargos pop-ulares nunca, jamás de los jamases, never, never, never, ha
hecho otra cosa que dedicarse al “servicio público”, según un informe elaborado
por la plataforma epolitic, que apostilla, como si fuese necesario, que el 70%
de los cargos públicos jamás ha trabajado en el sector privado. Dicho así por
ellos y ellas, “tengo vocación de servicio público”, suena al ejercicio de la
profesión más antigua del mundo y, efectivamente así es, solo que nosotros
pagamos la coima y ponemos la cama.
Es decir, y resumiendo, que
tenemos políticos profesionales que llegan a ocupar altos cargos de gestión sin
ninguna experiencia profesional, en muchos casos con unos currículos
manifiestamente mejorables, véase el caso del nuevo presidente del parlamento
andaluz que no posee estudios universitarios, y que, mira tú por donde,
terminan en no pocas ocasiones no ya salpicados, sino hundidos hasta la gola en
todo tipo de corruptelas. Eso sí, dato este a tener muy en cuenta a mi modesto
entender, esa experiencia necesaria exigida para el común de los mortales se
adquiere, finalmente, en la empresa privada, concretamente en consejos de
administración de las más grandes y selectas corporaciones. Claro está que en
ese punto resulta absolutamente innecesaria puesto que nuestros estimados y
estimadas próceres y próceras ya van de retirá, como diría el otro.
Habrá alguno o alguna de vosotros
y vosotras que se encuentre en aparente desacuerdo conmigo, manifestando que no
es condición necesaria la formación académica para el ejercicio de la gestión
pública. Y yo, tras considerarlo muy por lo menudo, os doy la razón y aprovecho
el guante lanzado para formular una pregunta: pude realizar una intervención
quirúrgica una persona que posea 30 años de experiencia en quirófanos y que no
haya obtenido su doctorado en medicina? Y si puede, por qué a cualquier
trabajador o trabajadora se le exige no ya esa experiencia sino, además, una
formación lo más completa posible incluyendo grados, posgrados, masters del universo,
etc…?
Es decir que los padres y madres
de la patria y patrio, de monipodio insisto, pueden acceder a un cargo de
evidente responsabilidad sin formación y/o sin experiencia pero cualquiera de
nosotros no. Si demuestran su más que evidente capacidad para la gestión de
patrimonios, los suyos y los de los allegados, creando entramados societarios,
evadiendo impuestos, robando, etc…son citados, investigados o imputados por el
Tribunal Supremo, pero nosotros no. Cuando tras una gestión, las más de las
veces manifiestamente mejorable, y decididos a retirarse de la vida pública,
pasan a engrosar las filas de consejos de administración de empresas todopoderosas, con emolumentos acordes a su nivel, capacitación y profesionalidad,
pero nosotros no. Si, además, con el pelo ya blanco y tras deleitosa carrera, se
transmutan en una suerte de Petronios, árbitros no ya de la elegancia sino de
la conciencia, manifestando en singulares mayestáticos opiniones tenidas
permanentemente en cuenta y acompañadas de un coro susurrante de reflexivos
gariteros, que hacen razón de lo muy sesudo y oportuno de sus opiniones,
manifestando lo conveniente que para todos es tenerlos como referencia, pero a
nosotros no..entonces, ¿qué nos queda?, ¿qué podemos hacer?
No me digáis, amiguitos y
amiguitas, que nada. No me dejéis con la sensación de que la apatía y el
abatimiento, el encogerse de hombros y seguir caminando, es la única opción que
nos queda. Estoy absolutamente convencido de que el sistema está diseñado para
su propia supervivencia, desechando cualquier posibilidad de cambio desde fuera,
y que los partidos políticos son meros instrumentos para encauzar los
sentimientos de participación y que el arroyo no se desborde. Por esa razón
siento ese profundo deseo de castigar “con gran venganza y furiosa cólera” a
todos aquellos y aquellas a los que observo defender con uñas y dientes a esos que
solo pretenden preservar un sistema creado para entretener al pueblo, para
sojuzgar al pueblo, pero sin contar jamás con el pueblo. Esa gran venganza y
furiosa cólera representadas por una cita electoral que se saldase con un 5% de
participación, con un fracaso rotundo de su rotunda mentira.
Podemos, y me refiero a la
primera persona del plural del presente de indicativo del verbo poder, hacer
cosas. Podemos no votar a ningún partido político salpicado por el mínimo caso
de corrupción. Podemos no acudir a mitin o manifestación electoral alguna. Podemos
votar en blanco o abstenernos de participar en el tinglado electoral de turno
si no hay nadie que nos convenza. Y podemos correr la voz, susurrando si
queréis, de que estamos hartos, ahítos, cansados, de sus “malos Ratos”.
Bss
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